El estrés puede desembocar en cuadros conocidos
como burnout o agotamiento profesional. El síndrome de burnout es
un concepto que ha sido generalmente asociado a personas que se observan
agotadas de manera física y mental o como “una respuesta prolongada a
estresores emocionales e interpersonales crónicos en el trabajo”
Según la
investigación, los educadores que realizan clases en Enseñanza Básica y las
mujeres concentran mayores porcentajes en el nivel alto de agotamiento
emocional. “Creo que el mejoramiento de las condiciones laborales, asociadas a
elementos tales como la carga laboral, el número de estudiantes por sala, el
clima organizacional y la diversidad y ambigüedad de roles que asume el
docente, podría evitar que los profesores padezcan este síndrome”, comenta el
autor, Rodrigo de la Fuente en el siguiente enlace: Las víctimas del burnout: el síndrome que deja a los profesores jóvenes
con el ánimo por los suelos.
A continuación
compartimos con fines educativos el artículo de Mel Elices Agudo,
Educadora infantil, especialista en educación emocional, coaching familiar y
disciplina positiva. Consultora en orientación académica, personal y laboral
para educadores infantiles y maestros. Fundadora y redactora de contenidos
en melelices.com
Esperamos que la
siguiente información sea de utilidad a la comunidad docente.
EL
ESTRÉS DOCENTE: UN HECHO AL QUE CASI NADIE PARECE IMPORTAR
Desgraciadamente,
cada vez más docentes sienten en su trabajo ese malestar personal, esa
sensación de no servir para nada, de que su esfuerzo no es reconocido como
debería serlo, y que en muchas ocasiones se le exige hacer cosas que no son ni
mucho menos de su competencia.
Además, muchos de
ellos tienen que soportar y aguantar escenarios de presiones y reuniones con
familias poco respetuosas y maleducadas. Igualmente, se puede dar el caso de
que algunos de ellos no tengan buenas relaciones con los demás compañeros del
centro y que se sientan desplazados del grupo. Si al tiempo que dedica el
docente a estar en clase, le sumamos el que invierte en corregir exámenes,
trabajos, actividades y preparar las clases de toda la semana, podríamos decir
perfectamente, que es un trabajo que genera un estrés elevado. Y sí, así es,
pero a la mayoría de las personas parece no importarle.
Me parece a mí, que
todavía se cree en el rol de los maestros de las civilizaciones clásicas: ese
rol que definía al docente como un “semidios”, que todo lo sabía,
que sabía darle explicaciones a casi todas las cosas, y uno de los seres más
sabios e inteligentes del lugar. Así pues, se defendía que los profesores
podían con todo y que en ningún momento podrían necesitar ayuda de vez en
cuando. Esa creencia era absurda hace décadas y lo sigue siendo ahora. Los
docentes son personas de carne hueso (oh, qué gran sorpresa), que
sienten y padecen. Y que en más casos de los que les gustarían, sufren un
malestar que posiblemente no sepan explicar. Ese malestar, no provoca
únicamente estrés (que ya es suficiente), sino que puede desembocar
en fatigas, excesivo cansancio, dolores musculares, dolor de huesos, de cabeza,
problemas al conciliar el sueño, en la alimentación, en sus relaciones
personales e incluso en una depresión laboral.
Estas situaciones,
como os podéis imaginar no han suscitado demasiada importancia en los medios.
Ni siquiera en los centros educativos. Son muy pocos colegios o institutos los
que hacen algo para evitar lo anteriormente citado. La mayoría de programas, de
actividades, de reuniones son en referencia a los alumnos, y eso está
bien. ¿Pero quién “cuida” a los docentes? ¿Quién se encarga de su
bienestar en el trabajo? Sí, la respuesta más sencilla es que
ellos mismos. Pero es que ellos mismos, en muchas ocasiones se sienten tan
agotados y menospreciados que no tienen ni ánimos para motivarse por sí solos.
Muchos, por ejemplo, no han desarrollado habilidades para enfrentarse a estos
conflictos, o no están preparados para una situación concreta. Algunos, se
implican demasiado con los alumnos y les termina afectando también a ellos.
Desgraciadamente,
más personas de las que me gustaría, se estarán preguntando: “estrés
docente, ¿es eso posible?”. Parece ser que algún sector de la sociedad
española, todavía no se ha dado cuenta que el personal educativo es uno de los
peores reconocidos y tratadas desde hace algunos años. ¿Qué puede
provocar entonces ese malestar en los docentes? A mí se me ocurren
un montón de cosas a exponer:
Muchos
alumnos para un único profesor:
Pues sí, en muchas
ocasiones, hay aulas compuestas por 30 alumnos para un único docente. ¿Es eso
normal? No, por supuesto que no. Habitualmente, el maestro o profesor se
encuentra sólo en clase. Tiene que enfrentarse a estudiantes diferentes, con
distintas habilidades y capacidades, con ritmos de aprendizaje muy dispares, y
con un sin fin de intereses. Cada día, tiene que adaptar sus clases, tiene que
centrarse en todos los alumnos y dejar a un lado esa atención personalizada e
individualizada que muchos centros dicen tener y muchos padres quieren que se
de. ¿Pero cómo se va a llevar a cabo ese deseo? Para llegar a esa cumbre, haría
falta por lo menos tener a tres docentes por aula todos y cada uno de los días.
¿Estarían dispuestas las autoridades a eso? No, me temo que no.
Lo
que se aprende en la universidad o
Normal , está lejos de ser práctico:
Es cierto, los que
estudian magisterio no aprenden a tratar las dificultades de aprendizaje, por
ejemplo. Y tampoco las necesidades específicas de los alumnos. En muchos casos,
los docentes se encuentran con estudiantes de altas capacidades y no saben qué
hacer. No por falta de capacidad ni de habilidades, sino simplemente porque no
les han enseñado. Pueden tener apuntes, pueden saberse la teoría de memoria.
¿Pero qué pasa en la práctica? Y se sienten perdidos.
Seamos
sinceros; no todos los alumnos tienen ganas de aprender:
Pues sí, es de
sobra conocido, que muchos alumnos presentan falta de interés y poca
motivación. Que se sienten desanimados y que no tienen ganas de aprender cosas
nuevas. El docente, se esforzará en crear un innovador y atractivo proceso de
enseñanza-aprendizaje, para llamar la atención de los estudiantes, pero hay
veces que las expectativas no se cumplen y no se ha generado el clima ni la
actitud que ellos esperaban.
Sí,
hay familias que insultan a los docentes. Y no sólo en una ocasión:
Desgraciadamente,
hay familias que culpan a los maestros de todo lo que le pase a sus hijos. Se
crea un escenario de críticas, de malas palabras, de acusaciones y de ofensas
hacia el profesor. Hay padres, que están lejos de ser personas civilidades y
con buena comunicación. Y algunos de ellos, pueden llegar a insultos e incluso a
acosar al profesor.
Los
futbolistas son más importantes que los docentes:
Ya se puede dar el
caso de que un profesor haya hecho algún logro importante, que seguramente no
será reconocido por las demás personas ni por los medios de educación. Hay
muchos docentes que cada día se esfuerzan y dan lo mejor de sí mismos para los
alumnos. Pero claro, da más audiencia que Cristiano Ronaldo haya dejado a su
novia.
¿Hay algo que se
puede hacer al respecto? Evidentemente, sí. Los expertos dicen, que practicar
deporte en cualquier situación de estrés es beneficioso, ya que reduce el
riesgo de ansiedad. Evidentemente, los docentes necesitan tiempo para ellos
mismos, y en muchas ocasiones, ese tiempo de ocio o de estar con sus familias y
amigos, lo dedican a corregir exámenes, trabajos, actividades o a preparar las
clases, y eso les genera más sensación de malestar. No se debería dar casos en
que los maestros dejaran de hacer cosas que les gustan por exceso de trabajo
(ojo, ni los maestros ni ningún trabajador). También, es muy
importante que el docente fomente su autoestima y que potencie las actitudes
positivas que tenga a lo largo del día. Que sea consciente de los obstáculos
que ha superado y de que su esfuerzo ha merecido la pena. Y que por supuesto,
en situaciones límites que no sepa cómo actuar (porque… ¡oh, madre mía!, el
docente no lo sabe todo), pida ayuda a los pedagogos, directores y demás
personal educativo del centro.
Como es obvio,
desde el propio centro también se pueden plantear diversas actividades para
reducir el estrés docente en las aulas, como por ejemplo diferentes cursos de
formación, reuniones mensuales para que los maestros hablen de sus
experiencias, de sus dudas, de sus inquietudes, fomentar la comunicación y la
relación entre el personal educativo creando grupos de trabajo y de
colaboración entre ellos, apoyándose en las situaciones y casos en las que sean
posible. Quizás, empezando por eso, los docentes se sentirían valorados por el
lugar del trabajo, y estarían más motivados en las clases. Pero, ya sabemos que
en gran parte de los colegios, institutos y universidades, realizar esos
programas, les parece una pérdida de tiempo, y en muchas ocasiones, los propios
docentes se ven obligados a buscar ayuda externa para no verse superados.
Aunque a la gente
le cueste creerlo, la docencia es una de profesionales que más estrés produce.
Muchos psicólogos dicen que el número de maestros que pasan por sus consultas
está ascendiendo a un ritmo vertiginoso. Algunos de ellos, afirman haber pasado
por depresiones provocadas por el exceso de trabajo y el poco reconocimiento y
estima que se les tiene. Lo que es cierto, es que como la mayor parte de la
sociedad sigue sin darse cuenta de lo que realmente llegan a hacer los
profesores, como no son conscientes de su implicación con los alumnos, me temo
que este problema tardará en solucionarse y que estará presente durante varios
años más. Además, como viene siendo habitual, estas situaciones pasarán
desapercibidas por la mayor parte de las personas. Pero, ¿no son los docentes
superhéroes camuflados? Pues no, señores míos, está claro que no lo son.
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